El
responsable del nacimiento del Dogo Argentino fue Antonio Nores Martínez, quien
hacia 1900 utilizó los dogos que corrían por Argentina desde el siglo XVI para
crear una nueva raza idónea para cazar pumas. Quería encontrar un perro de
tamaño mediano que se pudiese utilizar en las zonas montañosas y que fuese de
color blanco, para poder localizarlo fácilmente en la pampa argentina. Después
de algunos cruces de los dogos indígenas con Pointers, Boxers, Dogos Alemanes,
Bull Terriers, Bulldogs, Irish Wolfhounds, Dogos de Burdeos y Mastines
Españoles, en 1928, Antonio consiguió lo que quería y redactó el estándar de la
raza.
Los
antepasados del Dogo Argentino (razas del tipo molosoide) eran los perros más
utilizados en combates y peleas, hecho que propicia que a veces este perro
pueda tener un carácter dominante y testarudo. Se dice que rara vez admite que
siente dolor y que en una pelea puede llegar a luchar hasta la muerte si es
necesario.
El Dogo
Argentino es un perro sensible, equilibrado, fiel, valeroso, inteligente y
discreto. Es un vigilante nato poco ladrador y un buen compañero de juegos para
niños mayores de doce años. Aunque tolera que le tiren de la cola, que se suban
encima de él, que lo pellizquen o que lo empujen, eso no quiere decir que
disfrute con ello. Es importante ensañar a los niños a tratar a un perro tan
fuerte este.
Es importante
empezar el adiestramiento del Dogo Argentino tan pronto haya cumplido las 12
semanas, para así canalizar correctamente su entusiasmo y toda su energía. Es
recomendable educarlo con suavidad y dejar de lado la violencia. Hay que
acostumbrarlo enseguida al contacto humano y no aislarlo.
El Dogo
Argentino necesita mucho espacio y no es adecuado para vivir en una vivienda
pequeña. Requiere que le propinen unas buenas dosis de ejercicio.
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